jueves, 29 de julio de 2010

viernes, 23 de julio de 2010

A tu salud (de Nicolás Guglielmetti)




El peligro
estará
latente

La fiebre
se te hará
una bola grande
como esta farsa

Quedate tranquila
que seguirás muriendo
delante de tu cuadro
de vergüenza pensando
en el honor de los marineros
que llegan a ecuador a fundar
un bar e invitan la copa de cada uno
de los descorazonados que la necesitan de verdad
y la sacan de mentirita por el rabillo de las vejigas

Con la luz del plata dicientote

que en fin nada cambiara

todo es
un descenso

dificultoso

y constante




Somos criaturas dejadas

a la mala del mar

mientras los señores

de los tramayos

impulsan una oda

a los vientos del norte

que andan perdidos

por el golfo




¿cuàl es?




Envases con pilas

y medallones

gastados de no pertencer


cansados

de rozar cuellos

u oxidarlos hasta

que algún desprevenido

de pronto tal vez nada


pequeñas

y aceradas bolas

facilitando el andamiaje


pibes lanzados

a la aventura

de una calle empinada

con las rodillas vírgenes



¿quién tiraba
de ese carrito
a tracción?


desgastadas

y hemolíticas perlas
de naftalina que bajan
de la cirrosis o la sífilis


cosas dejadas así

cosas
que van a ir
a parar a los caños
como nosotros


como cada mañana
donde es tan tarde
que el día nos madruga

tenias los ojos del soldador

tenias la facilidad
de pasar del me al nos
sin musitar ni soltarnos la mano

deshacernos contra
el grueso de los revoques
desfondar nos

eso

¿El sensual
abandono
viste?


Como sentir
que te han
puesto
en venta

Para decir
que era fácil
y no te diste
cuenta


tarde
noche

con el diario
del lunes
es fácil

leer y releer

las necrológicas
buscar un rubro
donde clasificar

la desilusión de pasado

el domingo

eso
seguir
traccionar
a latido

bomba y bomba

mazacotes de carne
dispuestos a empaquetar
encerrarse en gimnasios
y habitáculos

llevar impuestos
pasear perros
del tamaño
de un puño

mirar a minas
que tienen el afán
de meterse cosas
y sacar culos derechitos

el octanaje
de la civilización
descascarándose
entre los afiches

el puesto
de panchos
de tito rodeado
de tocayos

la parejita
despareja
chapando
frente al cartel
de la propaganda
de autos para narigones

la derogación de la ley del embudo referida
en el lugar donde desaparecieron los pibes
que se juntaban a fumar y creían en las palabras
y murieron de espaldas sin poder decir nada



¿como llegamos a esto?
¿como llegamos al principio
del chorro de la arcada
como recomponemos
este vacío con el cual
fuimos envasados?


¿esto era ?

el rey leyendo

algunos se ríen de antemano
algunos presencian
algunos se ausentan
y dudan de su disponibilidad
en el siguiente cuarto intermedio

Ese era el fin
que cantaba charly

El que copiaba fito

El que lleve hasta
las doscientas
de un paraje alejado

No vales la pena

No vales
toda esta alegría
Que se me abarrota
en los nudillos
estallando sonrisas


ayer
bajaron
el comedor
de don aedo

Somos demasiado poco
en medio de esta nada
que lo cubre todo
y se abandona

Fijate como le crece
el pelo a la nada
las uñas

Las lagañas del lector
ideal que imaginaste
en babydol y una vez
que lo tenias ahí

falla

Se canso
de imaginarte
en la penumbra

genio

Se canso
de dejarse traer
por el perdido
que amaina en la manga
y va por una gancia

al bar religión para pensar
en cada una de las que podían haber sido
de no haber tenido un mar o una botella o
esta puta ciudad de whiskys con soles
y señales latentes

Acá tienen mis ojos
Acá tienen mis poemas
Allá está tu sabana

petrificándose en la corrosión
de dos que no se conocen ni conocerán jamás
porque así
de nunca
puede
decirse

esto
Nicolás Guglielmetti

martes, 6 de julio de 2010

Dos textos de Gabriela Quinteros


TELÉFONOS

escupir las paredes cuando están blancas
no es silencio
despegar un pedazo de cartel
matar despacio a los seres que hablan
adentro
no es lo mismo que clavarse una birome
en las entrañas

¿y que hacer cuando se acaban los líquidos?


El filo siempre es útil

¿y que hacer cuando se vuelve con pies de plomo?

Que tus ojos ardan con fulgores metálicos
Que tus manos sean libres y sucias
Que puedas poner chinches en la boca
NO VOY A HABLAR MÁS
Toser enviando la flema del otro lado
Ring ring ring
la bestia suelta sus alaridos de alambre
No hay nada como escuchar a los pequeños vidrios

ASTILLADOS


caminante del sueño (sleep walker)

dos veces partió con las manos sanas. tenía las heridas cauterizadas por todo el alcohol en su cuerpo medida 40 grados. nadie tuvo que curárselas. la sangre se secó y en cuanto despertó se lavó las manos sin que le quedara siquiera una cicatriz. como la savia de un árbol que se espesa después de un tiempo y luego es dulce y pegajosa, así la sangre quedó en la pileta pegada a las cañerías.

¿pero alguien sabía quien era esa que caminaba con los puños cerrados y la cabeza para abajo? no se le acercaban y tenían terror de sus ojos alucinados, de la ropa manchada, de la determinación en sus pasos. estaba en un juego y era la favorita de las moscas. pisaba con seguridad el suelo sin apartarse de la línea recta. golpes de claxon no podían traspasar su barrera de sonido.

borrar borrar
no esperar los abiertos
cerrojos de las puertas de tu casa
tu pequeña campanita sonríe
a través de las ventanas
mientras el viento golpea
con furia en un día de eclipse
ella hace señas ansiosa
no ha comido en 20 días
no lo ves
pero puertas adentro
un camisón blanco acaricia
sus miembros cansados
tanto saltar y tirar de las rejas
presas las manos se agitan

no la toquen decían, no la toquen porque puede ser peligroso. nadie sabía del vino caliente, gasificándose en la mesa. ni sabían que antes de dormirse había llorado. una poderosa mezcla de aspirinas pudo haber apagado el dolor de cabeza. no se acerquen, porque ahora está prendiendo un cigarrillo. se recortaban figuras redondas con el humo. no, no era ciega.

el sol tendrá que pagar por todo este daño, por todas las figuras rotas que va a encontrar cuando asome. no fui yo ni el tiempo. quienes hicieron esto lo saben y están satisfechos. pregunten, pregunten quien mató al hombrecito que estaba en mi jardín. es el hambre, siempre el hambre que tengo inyectada adentro y no puedo sacar. pero ahora déjenme, que tengo que buscar algo que comer.

con un movimiento rápido derramó un líquido sobre sí y la muchedumbre que la seguía pudo ver que empezó a arder apenas el sol despuntaba sus primeros rayos.