martes, 6 de julio de 2010

Dos textos de Gabriela Quinteros


TELÉFONOS

escupir las paredes cuando están blancas
no es silencio
despegar un pedazo de cartel
matar despacio a los seres que hablan
adentro
no es lo mismo que clavarse una birome
en las entrañas

¿y que hacer cuando se acaban los líquidos?


El filo siempre es útil

¿y que hacer cuando se vuelve con pies de plomo?

Que tus ojos ardan con fulgores metálicos
Que tus manos sean libres y sucias
Que puedas poner chinches en la boca
NO VOY A HABLAR MÁS
Toser enviando la flema del otro lado
Ring ring ring
la bestia suelta sus alaridos de alambre
No hay nada como escuchar a los pequeños vidrios

ASTILLADOS


caminante del sueño (sleep walker)

dos veces partió con las manos sanas. tenía las heridas cauterizadas por todo el alcohol en su cuerpo medida 40 grados. nadie tuvo que curárselas. la sangre se secó y en cuanto despertó se lavó las manos sin que le quedara siquiera una cicatriz. como la savia de un árbol que se espesa después de un tiempo y luego es dulce y pegajosa, así la sangre quedó en la pileta pegada a las cañerías.

¿pero alguien sabía quien era esa que caminaba con los puños cerrados y la cabeza para abajo? no se le acercaban y tenían terror de sus ojos alucinados, de la ropa manchada, de la determinación en sus pasos. estaba en un juego y era la favorita de las moscas. pisaba con seguridad el suelo sin apartarse de la línea recta. golpes de claxon no podían traspasar su barrera de sonido.

borrar borrar
no esperar los abiertos
cerrojos de las puertas de tu casa
tu pequeña campanita sonríe
a través de las ventanas
mientras el viento golpea
con furia en un día de eclipse
ella hace señas ansiosa
no ha comido en 20 días
no lo ves
pero puertas adentro
un camisón blanco acaricia
sus miembros cansados
tanto saltar y tirar de las rejas
presas las manos se agitan

no la toquen decían, no la toquen porque puede ser peligroso. nadie sabía del vino caliente, gasificándose en la mesa. ni sabían que antes de dormirse había llorado. una poderosa mezcla de aspirinas pudo haber apagado el dolor de cabeza. no se acerquen, porque ahora está prendiendo un cigarrillo. se recortaban figuras redondas con el humo. no, no era ciega.

el sol tendrá que pagar por todo este daño, por todas las figuras rotas que va a encontrar cuando asome. no fui yo ni el tiempo. quienes hicieron esto lo saben y están satisfechos. pregunten, pregunten quien mató al hombrecito que estaba en mi jardín. es el hambre, siempre el hambre que tengo inyectada adentro y no puedo sacar. pero ahora déjenme, que tengo que buscar algo que comer.

con un movimiento rápido derramó un líquido sobre sí y la muchedumbre que la seguía pudo ver que empezó a arder apenas el sol despuntaba sus primeros rayos.

3 comentarios:

Natalia Petronacci dijo...

muy buenos!
saludos Nora y saludos Gaby!

Anónimo dijo...

la hermandad saluda
benemeritamente
con fluido toxico

en este sitio porzino
en este campo sin animales

Anónimo dijo...

tus escritos tienden al eclipse
y justo voy a dormir
no voy a ver cuando vuelva el sol